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Todos necesitábamos ver al bebe y darle esa despedida.

Patricia y Javier, padres de Moisés

Nuestro hijo se llama Moisés, nos ha gustado ese nombre desde siempre. Es nuestro cuarto hijo varón. Todos mis embarazos anteriores habían ido bien, Catalina, Gonzalo, Manuel y Fernando. Había tenido partos muy buenos, niños muy sanos. Las pruebas de las semanas doce y dieciséis fueron normales. Llegada la semana veinte todo parecía marchar por buen camino. A finales de julio tuve cita para la ECO20. Estábamos muy ilusionados a la vez que curiosos al  no saber todavía el sexo de nuestro bebé. "¿Será Moisés o Moisesa?", bromeábamos.

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Por una serie de “imprevistos providenciales” esta ecografía me la hicieron en un clínica distinta a la que yo tenía programada por mi doctora inicialmente. Realmente fue algo providencial y, gracias a este giro inesperado, conocimos a En Vela y, desde entonces, el significado de los imprevistos ha cambiado por completo para mí. Lo que en principio me pareció un  inconveniente se reveló como un regalo inesperado. Las cosas tomaron un rumbo que de, otra manera, podría haber sido peor.​

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Aquella mañana cuando vi al bebé en la pantalla, vi un perfil perfecto, pero que no se movía, no flotaba y tampoco escuché el latido al que estaba acostumbrada. Vi cosas raras. "¿Quieres saber el sexo del bebé?". "Sí, claro", respondí. Mientras el doctor observaba, se hizo un silencio eterno, hasta que finalmente dijo: “No tengo buenas noticias para ti: el bebé no tiene latido”.

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Rompí a llorar. "No puede ser, no puede ser, dime que es reversible, hago todo lo que haga falta". Una situación muy desgarradora. Pregunté por un doctor que me había llevado anteriormente dos embarazos en esa clínica y le pregunté que qué hacían normalmente con esos bebés. Como era un bebé grande tenía que dar a luz. Él nos dio una hojita de En Vela y nos fuimos al hospital.​

 

Yo soy creyente, católica, y sé que el Espíritu Santo habla a través de las personas que tenemos al lado. Mi madre ha tenido un papel muy importante en esta historia. Llamé a En Vela y les conté  lo que había ocurrido. La respuesta fue inmediata y clara: “Claro que sí, es posible enterrar a tu bebé”. La conversación fue muy certera y al grano. Me atendieron de forma muy amable, serena, cariñosa, cercana. Con mucha delicadeza, me adelantaron a lo que me iba a enfrentar, me dijeron que comunicara en el parto que queríamos ver al bebé y enterrarlo. Gracias a En Vela pude plantearme y decidir una serie de cosas que, cuando estás con todo el dolor y en una situación así, no eres capaz de pensar con claridad. No lo llamo suerte, pienso en la mano de Dios y sé que Dios está a mi lado.

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Llegué bastante preparada al hospital tras mi conversación con En Vela. Tenía mucha paz porque nos orientaron y asesoraron. Da mucha paz tener a alguien al lado que te acompaña y tú solo te ocupas de dar a luz.


Cuando di a luz salió toda la bolsa. Al ver que el bebé era un chico, mi marido y yo nos miramos y nos dijimos que tenía que llamarse Moisés. Moisés significa “salvado de las aguas, el rescatado”. Literalmente fue así, ya que tuvieron que romper la bolsa al nacer. Se llama parto velado.

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Mi hijo era un bebé perfectamente formado. La naricita, las orejitas, las piernecitas... tan bonito, estaba como dormidito. Lo tuve un rato conmigo y eso fue muy importante, porque en esos momentos me comentaron que muchas madres no quieren ver a los bebés y luego es horrible no saber qué ha pasado con sus cuerpos.​

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En Vela preparó la salida del hospital y el entierro. Utilizaron un féretro adaptado al tamaño del bebé, vistieron su cuerpecito, rezaron por nosotros y estuvieron pendientes hasta el final. Nosotros lo velamos en el cementerio y lo enterramos en sepultura privada. Es impresionante con qué naturalidad vivieron nuestros otros hijos el acontecimiento; todos necesitábamos ver al bebé y darle esa despedida. Cuando mis hijos me ven llorar, me dicen: "Moisés cuenta, es nuestro hermano y está en el Cielo; somos cinco hermanos, mamá".

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La misión de En Vela es importantísima. Uno no sabe hasta qué punto alguien está haciendo tanto bien hasta que no lo vives en primera persona. Vivir esta situación de esta manera y con este acompañamiento ha sido sanador. Me he sentido muy cuidada por Dios, y por todas las personas que, de una forma u otra, han estado en el proceso. Después de lo ocurrido yo no podía mirar para otro lado, fingir que no había existido, callar todo lo vivido. Para mí es importante agradecer a quienes han estado a mi lado. Mi marido y yo hemos estado muy unidos. Ojalá que  todo lo que comparto aquí pueda ayudar a otras personas que se encuentren en situaciones parecidas. Cada experiencia es única y así ha de ser tratada desde la familia, por los profesionales sanitarios y todas las personas que intervienen antes, durante y después.

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Si estamos con los ojos abiertos nos damos cuenta de los detalles que tiene Dios con nosotros, de su presencia continua. La fe nos ayuda a ver a Dios detrás de todo, incluso en estas situaciones tan traumáticas y dolorosas. Ahora el Cielo está más cerca y la Esperanza de reencontrarnos con Moisés en ese Cielo mucho más viva”.

María Ángeles y Jacobo

"Empecé a dudar sobre si era necesaria toda esa parafernalia (...). El cuerpo de este hijo, aunque sea de seis milímetros, merece cristiana sepultura como habría hecho con cualquiera de mis otros hijos, y merece tener un lugar en nuestra familia, contar con él y ser recordado".

Estefanía y Agustín

"'Qué fuertes, qué valientes, qué generosos', nos han dicho. Y yo solo me he sentido un pedazo pequeño, sosteniendo algo muy grande. Gracias, hija mía, por enseñarnos el verdadero y único amor, por traspasar nuestros cuerpos uniendo el Cielo y la Tierra".

María y Victor

"Cómo algo tan pequeño puede hacer sentir algo tan grande. Estar embarazada, dejar de estarlo y no tener a tu bebé contigo era algo desgarrador. Sin embargo, la vida de Paca Uchechukwu era perfecta y llegó hasta donde tenía que llegar".

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